Walkstorming: Sal a dar un paseo, como Aristóteles y Steve Jobs

Convocar una sesión de brainstorming es muy saludable siempre que haya detrás una metodología. Hay decenas de tipologías y manuales que guían la lluvia de ideas y ayudan, sobre todo, a bajarlas a la práctica. Pero Aristóteles nos enseñó hace más de dos mil años que las mejores ideas surgen cuando salimos a estirar las piernas. Así nació la escuela peripatética. Uno de sus discípulos más aventajados fue Steve Jobs.

Buena parte de los teóricos del brainstorming hablan de cierta predisposición a la epifanía cuando los participantes se levantan de la silla y salen al exterior, sobre todo en momentos de bloqueo o previamente a cualquier puesta en común. Las pizarras, los mapas mentales y los juegos de rol están muy bien, pero no hay nada como un “salir a tomar el aire” que todos verbalizamos cuando nuestra mente, y nuestro cuerpo, necesitan oxigenarse.

Hay quien lo llama ya walkstorming. No hablamos solo de salir solos a caminar, porque también se puede conversar dando un paseo y hacer que del diálogo broten soluciones y compromisos. Los beneficios del ejercicio quedaron demostrados hace una década por una investigación de la Universidad de Stanford, “Give Your Ideas Some Legs: The Positive Effect of Walking on Creative Thinking”.

Los científicos dividieron a un conjunto de voluntarios en dos grupos. Unos pensaban ideas sentados en una silla, en una sala, y otros lo hacían saliendo a caminar o incluso ejercitándose en una cinta de andar. Los que salieron a andar doblaron en ideas a los que se quedaron sentados. Los investigadores de Stanford recomiendan hacerlo siguiendo estas pautas:

-        Elige el tema sobre el que quieres pensar. No se trata de salir a ver qué se me ocurre. Es recomendable dirigir el pensamiento. Como decía Picasso, que las musas te pillen trabajando.

-        Andar de una forma ligera, a un ritmo cómodo: nada de hacer tiempos ni bajar calorías con las aplicaciones del móvil.

-        No dejar que una idea única centre todo nuestro paseo y nos llegue a obsesionar. Es mejor que fluyan más ideas y, si es necesario, podemos grabarlas en las notas de voz del móvil mejor que detenernos a escribirlas.

-        Si las ideas no brotan, no pasa nada por volver sobre nuestros pasos e intentarlo en otro momento. Debe ser un momento placentero, no una obligación. Nada de “salid todos 5 minutos y volved con una gran idea”. 

-        El paseo puede ser productivo tanto si se hace antes de una reunión como si se hace después de ella. En el primer caso, es el método ideal antes de poner en común una serie de ideas. En el segundo, sería más una salida a un momento de bloqueo.

Una de las autoras de la investigación de Stanford, Marily Oppezzo, ofreció una charla TED que puede ser muy ilustrativa para avanzar en esta metodología. Como dice ella, “la creatividad no es un don, sino una elección”.

Y para activarla hay multitud de técnicas, pero una es excepcionalmente fácil y barata: caminar. Steve Jobs lo practicaba frecuentemente, sobre todo antes de una reunión importante o para entrevistar a un candidato a entrar en Apple. Quizá pase a la historia como The Walking Man.

https://youtu.be/Psu14nsw9a4

Una metodología con 2.500 años de historia detrás 

Aristóteles fundó el Liceo, su propia escuela, en Atenas en el año 335 a.C. Él había aprendido de joven en la Academia de Platón, pero quería darle una vuelta al método de su maestro. En el Liceo, los filósofos salían a pasear por el pórtico y los jardines que rodeaban la escuela para dialogar e inspirarse. Entre cuatro paredes las ideas no fluían. De ahí que la escuela aristotélica fuera bautizada como peripatética, del griego peripatos (itinerario, paseo).

La costumbre de asociar el paseo y el contacto con la naturaleza con la inspiración y la creatividad ha permanecido hasta hoy, como hemos visto. Ya lo decía Cicerón: para ser feliz solo necesitaba una biblioteca y un jardín. A la misma conclusión llegó Friedrich Nietzsche: "Todas las verdaderamente grandes ideas se conciben caminando". Llevamos unos años recuperando la tradición de andar, de perdernos por las calles o el campo para educar la mirada, descubrir respuestas y encontrar estímulos fuera de los muros de una oficina o un despacho.

Dos libros relativamente recientes, “Elogio del caminar”, del francés David Le Breton, y “Andar. Una filosofía”, de su compatriota Fréderic Gros, han puesto de moda esta práctica y les han salido seguidores en todo el mundo.  En España, Antonio Muñoz Molina, recogió el guante en 2018 con “Un andar solitario entre la gente”.

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